Parte Dos.
Le conté a mi madre hace como una semana que me fui caminando desde la casa (Por Santa Monica en Tlalnepantla) al metro Auditorio (Nacional). No se cuantos kilómetros sean, pero fueron como dos horas y media de camino, a paso medio rápido. Me dijo con una voz entre de extrañeza y desaprobación (por haber caminado todo eso y no haberme ido en camión) que me parecía a mi papá. No alcance a reaccionar con velocidad normal ante lo que me había dicho. Pensé que se refería a mi abuelo, a Lino, su padre. Pensé que se había equivocado. Pensé eso porque a el le gustaba caminar (creció en un rancho en Teziutlán, Puebla), siempre caminó mucho, para su edad sobre todo. Desde los ochenta y tantos años que debe haber tenido por las fechas en que yo nací, me dejaba atrás caminando en la calle, y yo tenia que apurar el paso, o casi correr tras el, así me acostumbre a caminar por casi 26 años que el siguió vivo después que yo nací; rápido. Pensé por eso, que mi madre se había equivocado. Que se refería a el, y no a mi padre, Juan Fajardo, con aquello que había acotado.
Pero dude, y paso un rato, unos segundos nada mas, pero mas de los necesarios para que hubiera sido una reacción inmediata. –¿A mi papa?– le pregunte. Me contó que el hacía eso, que se aventaba caminando distancias considerables, por gusto, no por necesidad al parecer.
–Una vez me contó que se fue caminando hasta casa de su mamá– me dijo. Eso (la casa de mi abuela paterna) esta por los rumbos del oriente de la ciudad, poco antes de cabeza de Juárez creo, no estoy bien seguro, pero me da la impresión que es mas distancia de la que yo recorrí, mucho más.
Yo no tenía idea de que el hacía eso; no la tuve, hasta casi veintiocho años después. Y así cada año va cobrando sentido, mas y mas.
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