True blog waits.

Malpagado, malhablado y malquerido.

jueves, junio 21, 2007

Bike.

Así me despido usualmente, del mensajero, o myspace o de comentarios varios en el mundillo del interné. Por cotorro, por lelo, porque sí, porque lo vi en algún lado y me gusto. Porque me gustan las bicicletas.

Ayer pensaba, y recordaba: En lo relevante que fue para mi en mi infancia el andar en bicicleta. Hace mucho no pensaba en ello, y no se porque justo ayer me asalto el recuerdo de tantas cosas padres y divertidas que viví andando en bicicleta; solo, o en bola. Andar en bicicleta es de lo mas común, me imagino que el 90% de los niños en algún momento disfrutan (o disfrutaban) salir a dar la vuelta, echar carreritas, pedalear hasta el cansancio, y después pedalear mas, mas fuerte, y mas lejos. Nada del otro mundo, pero; en esos años en que yo tenía bicicleta fue algo que disfrute muchísimo; puedo decir que era lo que mas disfrutaba en el mundo.

Las actividades que me apasionan y que mas disfruto son aquellas que me permiten liberar la mente de lo que sucede a mi alrededor, dejar la mierda fuera y focalizar toda mi atención en lo que estoy haciendo, no pensar en otra cosa mas que en eso, y en ponerle todo mi empeño y esfuerzo. Trabajar duro para conseguir la meta, llámese: recortar un rival y soltar un pase con destino a buen puerto, o un zapatazo que pase, de menos, cerca de la meta, cualquiera que esta sea. Realizar una serie de trazos, líneas, curvas, figuras, texturas, ideas; sobre lienzo virgen, buscando formar o plasmar una imagen, la deseada, o lo mas cercano posible. Armar, imaginar, o ejecutar sobre las doce la sucesión de notas y acordes que hilan una melodía: original o interpretada. O la acción de tomar camino manubrio en mano, rotar las piernas con rodillas flexionadas (pedalear le dicen) haciendo girar la estrella, girando las ruedas debido a la tracción de la cadena sobre estas, sentado sobre un incomodo asiento pegado al cuadro (que es mas bien rectangular).

Era rodada veinte, cross, roja, y yo tenia unos guantes de ciclista, ja; De colores: verde fosforescente entrelazado con otros: naranja, rojo, morado, no recuerdo cuales más. Vistosos, no estaban muy padres, pero a mi me gustaban.
Una navidad ahí estaba, en el hueco junto a la escalera, lugar que ocuparía los próximos años al regreso de cada viaje.

De muy niño no era de esos morros activos, que juegan a lo que sea. Cero deportes de conjunto, cero actividad física. No era de esos que se divierten con otros niños.
Jugaba con pedazos de juguetes que formaban uno nuevo, con figuras de plastilina, con mis manos, dibujaba, o veía tele, solo.
Ahora que lo pienso, la bicicleta me abrió las puertas de la socialización con otros.
Si tenia amigos, pero la mayor parte la pasaba en mi casa, cuidado por mis abuelos, y un tanto restringido de salir. Me imagino que fue efecto de ser hijo único, no se.
La bicicleta me dio libertad…
Yo no jugaba fútbol en esos tiempos, ni americano, ni básquet, ni nada. Me jalaban en avalancha ocasionalmente. Corría rápido, eso si. Los patines nunca me llamaron la atención del todo, y jamás aprendí a andar en patineta, pero la bici era diferente.

Descubrí que podía salir, que podía acortar distancias, e ir más rápido de lo usual, y más lejos. Y empecé a ir a todos lados en ella, a casas de mis amigos, para juntarlos, y después ir mas lejos, cada vez mas lejos.
Las restricciones en mi casa me limitaban a los alrededores de Santa Mónica. En teoría. Y así en secreto huía mas allá, a explorar, a lugares que nunca antes había visto a mi corta edad. A valle dorado, a la Av. Gustavo baz, ahí por la coca cola. A Satélite por plaza. Me metía a las avenidas, a la Santa Mónica y a Gustavo baz con sus pendientes pronunciadas (mi golosina favorita). Al periférico; de subida en una sola velocidad, haciendo esfuerzo con las piernas como nunca. De bajada hecho la madre, a veces apenas pudiendo controlar la estabilidad del manubrio. Derrapando. Brincando topes, hoyos, subiendo banquetas sin desmontar. Cambiando carriles frente a los autos en las avenidas, frente a camiones, por años, y prácticamente sin caídas. Menos de veinte visitas al suelo seguro, ninguna de cuidado, raspones y moretones, un par de pantalones rotos solamente. Solo una cicatriz representativa que conservo aun hoy, y hasta con orgullo, jaja.
Escapando de un perro, volando un tope en una curva, las llantas aterrizaron en ángulo agudo y derrape inclinado, cayendo sobre la parte de afuera de mi codo, rapando mi piel contra el pavimento, ahí por el DIF de Santa Mónica. El perro me alcanzo, me olio, y me dejo, jajaja.
Otra ocasión quede casi debajo de un trailer, el trailer estaba de lado. Casi me atropellan infinidad de veces, pero jamás paso. Llegue a tener tan dominada la calle sobre dos ruedas que me creí incapaz de ser atropellado, aun manejando una bicicleta ya destartalada, floja y temblorosa en cada una de sus coyunturas. Con un manubrio que giraba 360º sobre su propio eje. El asiento se movía sobre su horizontal, ansioso de volverse vertical, cual sube y baja. Frenos flojos, ejes de rueda oscilantes, parchada, raspada, golpeada, agonizante definitivamente, pero nunca la deje de usar, no hasta el último momento.
Curioso, jamás en 3 o 4 años se le cayo la cadena, cosa poco común en una “baika”. Tal ves la falta de otras velocidades ayudo a que la cadena permaneciera en su sitio. Sabía ponerla de regreso, pero nunca fue necesario.

Travesías lejanas (para un niño de 12), que duraban horas. Carreras con los cuates, Acedotas chistosas por montones, harta diversión, definitivamente se volvió mi actividad favorita en esos años, en que, en algún momento se junto con el básquet. No era bueno, pero me divertía. No duro, nunca me apasiono, fue más una moda. Después llego el fút y me atrapo, tal vez por el resto de mi vida, empecé como cualquiera y mejore una infinidad; pero eso es otra historia.

Mis experiencias, y el acto en si de montar la bicicleta, hoy que lo pienso, fueron sumamente importante en mi vida.
Me despertó; física, mental y emocionalmente.
Me volví ágil, un poco más fuerte, y sobre todo activo. Me dio reflejos, seguridad, me quito muchos miedos y me volví más arriesgado (muchas veces imprudente).
Y bien, bien importante: Descubrí lo que era la pasión por algo.

Un día cualquiera, de regreso de valle dorado creo, ahí a la altura del Aurrera (en esos tiempos) sobre periférico, simplemente y sin razón aparente, dejo de rodar.
La cadena se atoro con la estrella, y al zafarla de alguna forma se barrio, dejo de conectarse con la rueda y no hubo tracción, el pedaleo se volvió inútil, era un movimiento suelto que no producía ningún efecto.
Y así, la fue aventando (literalmente) de camino a mi casa, ya cerca. Quedo en su lugar, inservible, aun un par de años, y después… después ya ni recuerdo que fue de ella.

Fue una relación real, pura, de satisfacción mutua; yo le daba vida, y ella me hacia vivir, juntos por años, viendo el uno por el otro (de cierta forma simbólica). Y cuando hubo que despedirse… no lo resentí, no entristecí, no llore, ni me lamente por la perdida, no existió ese apego inútil que hoy siento por un montón de cosas y personas, y que no vale la pena (no por las personas o cosas, sino por el apego en si).
Hoy solo me queda un recuerdo: con gusto y añoranza, de todos los momentos juntos, todas las anécdotas y las buenas cosas que recibí de aquella relación de años.
Después de eso no he tenido otra bicicleta, no he vuelto a montar como en aquellos días. Cada equis tiempo extraño el rolar por ahí, sin rumbo, sin motivo, por el puro gusto de hacerlo, pero por una u otra razón (el hecho de que no poseo la herramienta principal, incluida) no ha pasado, pero se que pasara, se que un día montare de nuevo un par de ruedas nuevas, y lo voy a disfrutar tanto como ayer. O incluso más.

Esta. Esta es la reflexión de la mejor relación que he tenido en mi vida; la más pura, y una bien importante. Y no fue con una persona.

Las personas somos mezquinas y egoístas, prefiero lidiar con el dibujo, con el fútbol, con las guitarras, y con las bicicletas. No traicionan, no te lastiman, no te dejan… Jamás.

Extraño andar en bicicleta, pero con cariño, no como otras cosas.